martes, 15 de diciembre de 2009

Picota, ¿y qué tanto?


Sí, soy de esas personas picotas, pero dignas. De esas que cuando se enteran de algo que no les gusta, fingen con una sonrisa, que ante la casual pregunta de qué nos pasa, la acentuamos y respondemos con un "naadaa" largo y entonado, que levantan todas las sospechas de quienes nos rodean. No soy de esas personas picotas que saben desimular bien, porque me cuesta, pero le hago todo el empeño del mundo, para que me pasen por alto y me dejen a solas con mi rabia interna. Puedo pasar así horas, días, semanas, pero llegará el minuto en que todos mis pensamientos que han ido dando vueltas y vueltas por mi cabeza, terminen por hacerme explotar, dejando algunos cuantos sorprendidos, ofendidos o asustados. Algunos cuantos con ataque de risa, pero es lo de menos.

Dentro de mi cabeza se confabulan las venganzas más dulces, las situaciones mejor adecuadas para dar los tiros de gracia que quiero, pero todo ello se revienta como un globo que es pinchado por una aguja y no me permito tales acciones. Llevo la mesura en la sangre, y lo que siento siempre lo contengo, lo pienso y me arrepiento. Me pongo extremista, cruel y orgullosa, pero siempre termino pensándolo todo más fríamente; no soy capaz de mandar todo a cuestas de manera permanente, sólo porque algo no me agrada, pero sí puedo hacerlo a momentos para lanzar mis grito de alarma.

Vivo todo ese sentimiento intensamente, aún cuando no siempre logre lo que quiero, pero me baja a la larga un cierto arrepentimiento. No sé la verdad porqué, pero suelo sentirme avergonzada de sentir tanto réncor dentro. Basta que la persona implicada me pida perdón o me trate bien, como para que yo quiera olvidarlo todo. Lo peor, es que generalmente esa persona no sabe en un principio mi gran molestia, y más culpable me siento. Pero soy orgullosa , pero como es de esperar, a veces creo que disímulo tan bien mi malestar que hay quienes no se dan cuenta de lo que siento, o bien, las personas con las que me pico son muy distraídas como para darse cuenta de mis falsos gestos de cortesía.

Me molesto, me enrabio, me quejo, me desespero... Pero sola. Orgullosa o tonta, lo que siento termina explotándome y lo que comienza siendo un par de miseras gotitas de agua, termina siendo una gran tormenta. Pero a la larga, soy una picota digna. No respondo de una, sólo espero que se me pase o que se me agrande lo que siento, para luego desbancarme. Me la pienso tanto, que ya de muchas vueltas, puede que un momento diga "ya, filo" y se me pase o de lo contrario, mandarlo todo donde mis finas y cordiales palabras manden.


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